lunes, mayo 12, 2008

Un modelo de desarrollo del pensamiento económico

¿Cómo llegamos a comprender el mundo económico que nos rodea?, ¿qué entienden los niños acerca de la economía y que factores influencian su comprensión? Son algunas de las preguntas que durante mucho tiempo nos han preocupado y que me llevó a partir de una serie de investigaciones, a formular el Modelo de Desarrollo del Pensamiento Económico. Este modelo señala la existencia de una secuencia evolutiva en un patrón de cambio conceptual que permite identificar la existencia de tres niveles de desarrollo en la comprensión de la economía y del dinero, los cuales avanzan desde la centración en aspectos visibles y materiales del dinero hasta su conceptualización abstracta como mecanismo fiduciario de intercambio.
El primer nivel, que hemos denominado pensamiento pre económico y económico primitivo se extiende entre los 6 a 10 años, se caracteriza por una concepción difusa, desorganizada y con marcadas dificultades para comprender el mundo económico y especialmente el concepto de ganancia. En este nivel, el niño tiende a aplicar las reglas del comportamiento social personal a los eventos económicos, por lo que los actores económicos actúan por voluntarismo y de acuerdo a preferencias personales. Además las figuras institucionales (Presidente, Alcalde, Ministros entre otros) ejercen sus funciones altruísticamente y en un rol de padres protectores.
El segundo nivel, denominado pensamiento económico subordinado (11-14 años), muestra una mayor comprensión con el desarrollo de una conceptualización económica básica que incluye la idea de ganancia y la incorporación del carácter fiduciario del dinero como medio global de intercambio, pero con una sobre adscripción de funciones de control al Gobierno que es confundido con el Estado, atribuyéndose a este la potestad para normar, dirigir e intervenir en todo tipo de eventos y decisiones económicas. Ello implica dificultades para comprender el sistema económico como tal, observándose mas bien que el individuo conceptualiza partes aisladas o algunos rudimentos de subsistemas (por ejemplo, el de producción – consumo) pero sin lograr establecer una relación sistémica y de interdependencia entre los distintos aspectos del ciclo de origen y circulación del dinero.
Finalmente, en el tercer nivel denominado pensamiento económico inferencial o independiente y que correspondería teóricamente a la adolescencia tardía y adultez, los sujetos son capaces de comprender los múltiples determinantes de los problemas y ciclos económicos, incluyendo nuevas variables y adscribiendo al Estado un rol más realista y despersonalizado, con lo que aparece sustituida la idea de causalidad lineal, propia del nivel anterior, por una conceptualización sistémica del mundo económico.
Desde esta perspectiva, un individuo alfabetizado económicamente ha desarrollado un pensamiento económico que incluye destrezas cognitivas y afectivas para comprender la complejidad de las problemáticas económicas y habilidades concretas para la vida económica cotidiana.
Sin embargo, esta descripción contrasta fuertemente con los hallazgos de nuestras investigaciones sobre el desarrollo de competencias económicas básicas en poblaciones de diversos contextos en nuestros países latinoamericanos donde se constata las serias dificultades que presentan niños, adolescentes y adultos, tanto para comprender la economía cotidiana como para actuar eficientemente en ella, lo que se agrava aún más en el caso de los sectores más pobres y aumenta dramáticamente su riesgo de exclusión. Los mismos estudios indican que factores como la escolarización, la ciudad de residencia, el género, el nivel socioeconómico y las experiencias de transmisión intergeneracional en la familia, inciden significativamente en la manera que los niños, adolescentes y adultos comprenden los fenómenos económicos.

martes, enero 08, 2008

¿Qué enseñamos los padres?

En nuestras últimas investigaciones hemos encontrado que los niños especialmente del nivel socioeconómico medio presentan una menor tendencia al ahorro en comparación con los niños de otros estratos económicos.
De hecho especialmente los tweens de este estrato serían aparentemente consumidores más impulsivos lo que concuerda con nuestras investigaciones previas de las pautas de socialización económica en la clase media donde queda en evidencia que los padres de clase media no estimulan conductas concretas de ahorro aún cuando en su discurso los valores de austeridad, valor del dinero e importancia del trabajo y el esfuerzo estén siempre presentes. Ello da como resultado una incoherencia entre discurso valórico y prácticas de socialización económica las que están más bien orientadas al gasto y a la satisfacción inmediata de los deseos además de una escasa orientación hacia la planificación y administración del dinero. De hecho sólo alrededor menos del 30% de los padres de clase media entrega mesada regular y más bien tienden a darle dinero a sus niños cada vez que lo piden.
También hemos encontrado que a pesar de que los padres señalan socializar por medio de “enseñar a comprar” y “ahorrar”, dichas enseñanzas no son percibidas por los niños y más bien refuerzan los patrones de compra impulsiva, como lo expresan algunos de los niños entrevistados lo veo, lo quiero y lo compro, lo que constituye el cimiento de los futuros comportamientos económicos adultos..
De esta forma tenemos, que los padres, quienes son los principales proveedores de dinero, son también los educadores más importantes de conducta de consumo y sin embargo, sus prácticas educativas en esta área son limitadas, traduciéndose en prácticas de tipo informal y no sistemáticas .
Lo que nos preocupa, es que si tomamos en cuenta la necesidad de desarrollar las competencias para un consumo efectivo en un mercado cada vez interesado en el segmento infantil, los niños del NSE medio no estarían siendo socializados para un consumo planificado cuya base es la postergación de impulsos sino más bien hacia un consumo hedónico centrado en la inmediatez de los deseos y reforzado por los mismos padres. Cómo nos decían algunos de nuestros entrevistados: no quiero que le falten las cosas que a mí me faltaron cuando niño, por eso trabajo del día a la noche y le doy sus gustos. Probablemente también este discurso tenga en su origen la culpa de no estar con los niños y por ello el consumo sea una compensación simbólica de la presencia del padre o la madre.
Es un tema para reflexionar porque en nuestro afán que nada les falte, nos desangramos trabajando y paradójicamente los privamos de lo más importante: nuestra presencia