martes, enero 08, 2008

¿Qué enseñamos los padres?

En nuestras últimas investigaciones hemos encontrado que los niños especialmente del nivel socioeconómico medio presentan una menor tendencia al ahorro en comparación con los niños de otros estratos económicos.
De hecho especialmente los tweens de este estrato serían aparentemente consumidores más impulsivos lo que concuerda con nuestras investigaciones previas de las pautas de socialización económica en la clase media donde queda en evidencia que los padres de clase media no estimulan conductas concretas de ahorro aún cuando en su discurso los valores de austeridad, valor del dinero e importancia del trabajo y el esfuerzo estén siempre presentes. Ello da como resultado una incoherencia entre discurso valórico y prácticas de socialización económica las que están más bien orientadas al gasto y a la satisfacción inmediata de los deseos además de una escasa orientación hacia la planificación y administración del dinero. De hecho sólo alrededor menos del 30% de los padres de clase media entrega mesada regular y más bien tienden a darle dinero a sus niños cada vez que lo piden.
También hemos encontrado que a pesar de que los padres señalan socializar por medio de “enseñar a comprar” y “ahorrar”, dichas enseñanzas no son percibidas por los niños y más bien refuerzan los patrones de compra impulsiva, como lo expresan algunos de los niños entrevistados lo veo, lo quiero y lo compro, lo que constituye el cimiento de los futuros comportamientos económicos adultos..
De esta forma tenemos, que los padres, quienes son los principales proveedores de dinero, son también los educadores más importantes de conducta de consumo y sin embargo, sus prácticas educativas en esta área son limitadas, traduciéndose en prácticas de tipo informal y no sistemáticas .
Lo que nos preocupa, es que si tomamos en cuenta la necesidad de desarrollar las competencias para un consumo efectivo en un mercado cada vez interesado en el segmento infantil, los niños del NSE medio no estarían siendo socializados para un consumo planificado cuya base es la postergación de impulsos sino más bien hacia un consumo hedónico centrado en la inmediatez de los deseos y reforzado por los mismos padres. Cómo nos decían algunos de nuestros entrevistados: no quiero que le falten las cosas que a mí me faltaron cuando niño, por eso trabajo del día a la noche y le doy sus gustos. Probablemente también este discurso tenga en su origen la culpa de no estar con los niños y por ello el consumo sea una compensación simbólica de la presencia del padre o la madre.
Es un tema para reflexionar porque en nuestro afán que nada les falte, nos desangramos trabajando y paradójicamente los privamos de lo más importante: nuestra presencia