En una reciente investigación, encontramos que en el discurso de los padres se reconoce la importancia de educar en el uso del dinero a sus hijos, sin embargo esto no se refleja en las prácticas cotidianas que ellos llevan a cabo con ellos. El mecanismo mas usado para introducir a los niños en la alfabetización económica es la “conversación” para la transmisión de valores asociados al uso del dinero, tales como importancia del ahorro y la austeridad. Sin embargo, ejercicios reales como los juegos de simulación en el uso del dinero, analizar noticias económicas o spots publicitarios, enseñar a comprar con criterios de calidad y uso adecuado del dinero e incluso la familiarización con instrumentos cada vez más cotidianos como son las tarjetas de crédito son prácticas poco usadas incluso con los hijos adolescentes. Así, la enseñanza intencional es mas bien discursiva y alejada de los ejemplos y la vida cotidiana, lo que la distancia con la realidad.
Otro dato que llama la atención y que debe llevarnos a la reflexión, es que las actividades económicas mencionadas como típicamente realizadas con los hijos e hijas son mayoritariamente referidas al salir de compras o a “vitrinear” donde la mayoría de las veces se cede a las presiones de los niños para comprar golosinas o comida chatarra, sin mediar pautas educativas explicitas acerca de lo que es sano consumir e incluso acerca de la racionalidad de los pedidos de consumo de parte de los hijos.
Frente a este panorama, deberíamos preguntarnos ¿Estamos educando o “mal educando” a nuestros hijos para convivir en el mundo del dinero?, ahora que entramos nuevamente en la espiral enloquecida de consumo de las fiestas de fin de año, esta es una pregunta que necesariamente deberemos ser capaces de responder.